Después de una excelente charla que nos dieron en el municipio sobre conciencia turística, me quedé pensando en un tema específico que trató Raúl Godoy durante su exposición.
Al comenzar, y tras los saludos, nos explicó que existen dos tipos de personas con las que uno se va a encontrar a diario. El primer tipo son los guarenes, esas personas grises, que no soportan ver a los demás felices, y que se encargan de opacar el día de todos quienes los rodean. Los otros son los winners, personas optimistas que despiertan en la mañana diciéndose a si mismo que el día va a ser bueno y que logran cumplir con sus labores sin perder la sonrisa, a pesar de los guarenes que estén cerca.
Tras analizar mi comportamiento diario, llegué a una buena, pero decepcionante conclusión. Soy una winner, tengo alma de winner, me gusta levantarme en las mañanas pensando que va a ser un buen día. Llego a la pega saludando con una sonrisa a todos, porque siempre he creído que con una sonrisa se puede cambiar el mundo. Sin embargo, los guarenes que me rodean (y que son muchísimos) me influencian demasiado rápido, logrando pegarme sus estados grises y mal humor… y eso fue lo que me pasó esta semana.
¿¿En qué momento me convertí en un guaren?? Fue la pregunta que me hice en ese momento. Y ¿cómo pude ser tan débil, y dejar que la mala onda fuera más fuerte que yo? La verdad, la primera pregunta tiene su respuesta en una simple frase que me dijieron hace poco tiempo en la pega. Tras estar todo el día haciendo una u otra cosa sin parar, mi jefe me llamó a su oficina y, ofreciéndome una nueva obligación, me dijo “claro que va a tener que esforzarse más, porque estuve revisando su contrato y hay cosas con las que no está cumpliendo”… después de eso, me fui a revisar mi contrato para ver a qué se refería con eso (porque si no me daba el tiempo para cumplir con todo lo que me piden, no me imaginaba como lo iba a hacer si había olvidad hacer algo más) y resultó que en mi contrato salen apenas 5 funciones que yo debería cumplir, y yo, a diario, cumplo con varias más que, si siguiera al pié de la letra mi contrato, no tendría porqué llevar a cabo, porque no me corresponden… El sentir que estaba jugándomela a full por mi trabajo, haciendo cosas por las que no me pagan (porque no están en mi contrato), y que, a pesar de eso, se creían con el derecho a pedirme más esfuerzo y a decirme que no cumplía con mi contrato, me llevaron a decirme “Qué estoy haciendo aquí, en un lugar en el que sin importar cuanto me esfuerce, lo único que les importa es exigirme cada día más”, un sentimiento que, sin miedo a equivocarme, puedo asegurar sienten muchas personas hoy en día.
Para la segunda pregunta, no encontré una respuesta definitiva, pero si recordé una frase que mi madre me dice desde pequeña y que es total y absolutamente cierta: “Hay que alejarse de las personas negativas, porque ellas sólo ataren cosas negativas a tu vida”. Ese consejo, que siempre he tratado de seguir, me ha permitido mantenerme como winner durante este tiempo, sin embargo, ¿qué hacer cuando los guarenes son los que tienen el poder y debes estar con ellos la mayor parte del tiempo?
Según Raúl, la solución es sonreír y seguir siendo winner, de manera de descolocarlos y hacerlos sentir mal por ser guarenes… en el fondo, tratar de convertirlos en winner, para que no nos conviertan en guarenes. Algo fácil de decir, pero difícil de llevar a cabo, más aún cuando se lleva años luchando por mantener la actitud winner. Porque los guarenes no sólo están en el trabajo. Los podemos encontrar en cualquier lugar. Recuerdo una historia que leí en algún lugar en la que una mujer comentaba que había subido a la micro y saludado con un algre “Buenos Días” al chofer y, en lugar de la respuesta que cualquier persona educada hubiese dado, este le contesto “qué tienen de buenos”. O sea, un guarén de primera.
Finalmente, llegué a una conclusión. Los guarenes son mayoría, por lo que los winner siempre correrán el peligro de extinguirse. Sin embargo, si nos proponemos iniciar cada día mirándonos al espejo, sonreírnos, y decidir que la opinión que tengamos de nosotros mismos será más valiosa que la de los demás, podremos, poco a poco, acabar con la mala onda a nuestro alrededor y disfrutar de las cosas simples de la vida.
Al comenzar, y tras los saludos, nos explicó que existen dos tipos de personas con las que uno se va a encontrar a diario. El primer tipo son los guarenes, esas personas grises, que no soportan ver a los demás felices, y que se encargan de opacar el día de todos quienes los rodean. Los otros son los winners, personas optimistas que despiertan en la mañana diciéndose a si mismo que el día va a ser bueno y que logran cumplir con sus labores sin perder la sonrisa, a pesar de los guarenes que estén cerca.
Tras analizar mi comportamiento diario, llegué a una buena, pero decepcionante conclusión. Soy una winner, tengo alma de winner, me gusta levantarme en las mañanas pensando que va a ser un buen día. Llego a la pega saludando con una sonrisa a todos, porque siempre he creído que con una sonrisa se puede cambiar el mundo. Sin embargo, los guarenes que me rodean (y que son muchísimos) me influencian demasiado rápido, logrando pegarme sus estados grises y mal humor… y eso fue lo que me pasó esta semana.
¿¿En qué momento me convertí en un guaren?? Fue la pregunta que me hice en ese momento. Y ¿cómo pude ser tan débil, y dejar que la mala onda fuera más fuerte que yo? La verdad, la primera pregunta tiene su respuesta en una simple frase que me dijieron hace poco tiempo en la pega. Tras estar todo el día haciendo una u otra cosa sin parar, mi jefe me llamó a su oficina y, ofreciéndome una nueva obligación, me dijo “claro que va a tener que esforzarse más, porque estuve revisando su contrato y hay cosas con las que no está cumpliendo”… después de eso, me fui a revisar mi contrato para ver a qué se refería con eso (porque si no me daba el tiempo para cumplir con todo lo que me piden, no me imaginaba como lo iba a hacer si había olvidad hacer algo más) y resultó que en mi contrato salen apenas 5 funciones que yo debería cumplir, y yo, a diario, cumplo con varias más que, si siguiera al pié de la letra mi contrato, no tendría porqué llevar a cabo, porque no me corresponden… El sentir que estaba jugándomela a full por mi trabajo, haciendo cosas por las que no me pagan (porque no están en mi contrato), y que, a pesar de eso, se creían con el derecho a pedirme más esfuerzo y a decirme que no cumplía con mi contrato, me llevaron a decirme “Qué estoy haciendo aquí, en un lugar en el que sin importar cuanto me esfuerce, lo único que les importa es exigirme cada día más”, un sentimiento que, sin miedo a equivocarme, puedo asegurar sienten muchas personas hoy en día.
Para la segunda pregunta, no encontré una respuesta definitiva, pero si recordé una frase que mi madre me dice desde pequeña y que es total y absolutamente cierta: “Hay que alejarse de las personas negativas, porque ellas sólo ataren cosas negativas a tu vida”. Ese consejo, que siempre he tratado de seguir, me ha permitido mantenerme como winner durante este tiempo, sin embargo, ¿qué hacer cuando los guarenes son los que tienen el poder y debes estar con ellos la mayor parte del tiempo?
Según Raúl, la solución es sonreír y seguir siendo winner, de manera de descolocarlos y hacerlos sentir mal por ser guarenes… en el fondo, tratar de convertirlos en winner, para que no nos conviertan en guarenes. Algo fácil de decir, pero difícil de llevar a cabo, más aún cuando se lleva años luchando por mantener la actitud winner. Porque los guarenes no sólo están en el trabajo. Los podemos encontrar en cualquier lugar. Recuerdo una historia que leí en algún lugar en la que una mujer comentaba que había subido a la micro y saludado con un algre “Buenos Días” al chofer y, en lugar de la respuesta que cualquier persona educada hubiese dado, este le contesto “qué tienen de buenos”. O sea, un guarén de primera.
Finalmente, llegué a una conclusión. Los guarenes son mayoría, por lo que los winner siempre correrán el peligro de extinguirse. Sin embargo, si nos proponemos iniciar cada día mirándonos al espejo, sonreírnos, y decidir que la opinión que tengamos de nosotros mismos será más valiosa que la de los demás, podremos, poco a poco, acabar con la mala onda a nuestro alrededor y disfrutar de las cosas simples de la vida.