Sin querer, empecé a ver los programas de cirugías plásticas y de a poco me fuí volviendo fanática de esas transformaciones casi mágicas, que apuraban, en algunos casos el paso de oruga a mariposa. Tanto en la televisión abierta como en el cable se encuentran distintas ofertas y es inevitable para mi, mientras recorro los canales, quedar pegada viendo como los cuerpos se entregan a las manos de los médicos.
Eso sí, he podido observar una diferencia entre los canales nacionales y los extranjeros. Mientras la oferta local se centra principalment en malformaciones, tanto congénitas como por accidentes, el Dr. 90210 (uno de mis preferidos), recibe casos donde la vanidad es la motivación de una gran parte de las consultas.
Me parece una gran oportunidad para quienes han nacido con un defecto físico que trunca sus vidas, o para quienes producto de accidentes o enfermedades han quedado con secuelas que para cualquiera de nosotros resultarían traumáticas, tener la posibilidad de cambiar. Me he emocionado con muchos casos en que personas que vivían acomplejadas, escondidas, y amargadas, y han llorado de alegría al ver sus rostros o cuerpos libres de marcas, no sólo marcas de la piel, sino también el corazón.
Pero a parte de estos casos, donde justifico y apoyo la cirugía plástica, están los otros, esos donde las personas caen en un vicio de convertirse en verdaderas muñecas de plástico. Creo firmemente en la libertad de que cada persona decida que hacer con su anatomía, pero me preocupa pensar qué va a suceder con esta suerte de masificación de las cirugías, cada día más accesible, más a la mano de la gente, pagable incluso con tarjeta de supermercado, en qué nos vamos a convertir con los años…
Entonces, pienso que en unas décadas mas, las mujeres seremos muy parecidas (al menos las que caigan en la tentación); el botox (que no es más que una toxina paralizante), dejará todos los rostros inexpresivos, las narices serán la copia de la de Michael Jackson, los labios colagenados serán los mismos en todas las sonrisas, las copas C abundaran gracias a la silicona, y los ombligos cortados y cosidos a la medida abundaran cada verano.
¿Qué gracia va a tener entonces verse “plásticamente linda”, si todas van a ser igual de lindas?
Creo firmemente que no hay mujeres feas, sino algunas menos producidas, porque todas tenemos alguna gracia, un rasgo, una margarita, la forma del rostro o el pelo, todas tenemos algo especial que nos hace ÚNICAS, sin ser supermodelos perfectas; las mujeres corrientes tenemos el mérito de ser especiales por ser diseño exclusivo.
Cuando me miro al espejo pienso que hay tantas cosas que el Dr. Rey podría hacer por mí, tantas mejoras que sin duda me darían mas seguridad físicamente hablando (sobre todo en verano), pero me da miedo caer en un círculo vicioso, me da miedo sentir dolor por vanidad, y sobre todo me daría miedo dejar de ser yo.
Entonces me consuelo, pensando que las estrías son el recuerdo de haber cuidado a mi hijo por 9 largo meses, tarea que nadie podría haber hecho por mí; el michelin en la cintura es fruto de esas ricas tardes de invierno comiendo berlines hechos por mi mamá; las líneas alrededor de mis labios son el recuerdo de esos cigarrillos conversados con las amigas, prima y hermana; y las arrugas o patas de gallo, que cada día veo mas claramente, no son más que la evidencia de mis llanto más profundos y tristes, pero también de mis carcajadas más sonoras, y los mejores ataques de risa de mi vida.
Y concluyo con que cada marca del tiempo en mi cuerpo, no es sólo paso de los años, es más bien la forma que tiene la vida de recordarme lo que he pasado, y lo que he vivido.